Caminaban acelerados por el pasillo principal del centro comercial cuando se cruzaron.
—¡Cuánto tiempo!
—¡Ya te digo! No te veía desde que cambiaste de consultoría.
—¿Tienes tiempo para un frappuccino y nos ponemos al día?
Sonrieron con complicidad, y caminaron hacia el Starbucks que encabezaba la sección de cadenas y franquicias de la planta de restauración. En ese pequeño trayecto se hicieron mutuamente las preguntas de rigor sobre la salud y la familia, sin un interés sincero, y cuando se auparon a los altos taburetes del establecimiento la conversación ya había derivado hacia el tema laboral e, inevitablemente, hacia el estatus.
—Pues últimamente tengo un timing bastante apretado. El CEO me tiene en estima por mis números, y estoy haciendo méritos para que me adjudique la dirección de la próxima campaña. Así que estoy en una etapa de comida rápida y poco sueño.
—Te entiendo perfectamente. Hace unos meses estuve igual, metiendo bastantes horas para lograr un buen rating. Y no me salió mal, porque pude sacar unos 120K extra. —La guerra de señalización social era constante—. Me di un caprichito y cambié el SUV, e incluso me metí en una segunda hipoteca para un casita en la playa. ¡Tienes que venir cuando puedas!
Como su nuevo iPhone y el fondo de armario de marca que se había ido construyendo parecían no poder competir con las grandes inversiones de su interlocutor, decidió cambiar de tema.
—Oye, ¿y qué es de aquel compañero tuyo que programaba el software del market-place? Ese sí que hizo una buena cifra con la start-up que había montado…
—Pues todavía debió hacer más cash: la vendió a un gran fondo de inversión. Y, lo más increíble, ahora no trabaja. Lo lógico hubiese sido buscar otro nicho o montarse de business-angel, pero no. Al parecer sólo se dedica a leer, hacer deporte, estar con su familia, y de vez en cuando viajar de mochilero.
—¡De mochilero! ¿Qué necesidad tendrá de pasarlo mal? Y qué desperdicio con el coco que tiene. —Se quedó unos segundos pensativo y añadió—: No lo envidio, yo prefiero hacer y tener lo que quiero.
Sus miradas se cruzaron y, de repente, les entraron ganas de despedirse y volver rápidamente a la extraña seguridad que les brindaban sus respectivos despachos.
Redactado para la convocatoria de octubre (cautividad), de Divagacionistas.