Desde la explanada de tierra que servía de aparcamiento al gran panel de madera que marcaba el inicio, delegó varias tareas pendientes, reenviando algunos correos electrónicos recién llegados a su bandeja de entrada, y confirmó su asistencia a un par de reuniones mediante la agenda electrónica.
Leyó con atención las indicaciones sobre la ruta, prestando especial atención al mapa y los consejos de seguridad, y la información complementaria ilustrada con fotografías, ya descoloridas: flora y fauna, historia y folclore de la zona…
Aunque ya estaba perfectamente equipado, y veía perfectamente el camino empedrado que, apuntando al noreste, arrancaba hacia la cumbre, se demoró un rato. Esperaba a que su GPS cogiera satélites y se sincronizase con su aplicación deportiva: solo cuando el verde iluminó la pantalla y apareció el ready, dio el primer paso.
Los primeros kilómetros los recorrió en modo automatismo, cabizbajo y con los pulgares enganchados en las correas de la mochila. Al aumentar la pendiente y volverse más roto el terreno, se vio obligado a ayudarse de los bastones para superar los escalones, e incluso de las manos para trepar alguna roca; también a centrarse más para descifrar la traza, cada vez menos evidente, localizando en la distancia los montoncitos de piedras que servían de hitos.
Aprovechando un recodo que dominaba el valle, hizo una pausa para recuperar el resuello. Sacó el teléfono, abrió su red social favorita, y tecleó:
–Nada mejor para recargar batería, que una mañana disfrutando de la naturaleza 😉 #Senderismo #OutdoorLife.
Para compartir aquella maravillosa vista con sus seguidores (con los virtuales, porque en esa zona de la montaña no había nadie más), activó la cámara, se colocó hacia el precipicio, y alzó el brazo para tomarse un selfie. Dio un paso atrás para que los picos nevados en el horizonte apareciesen en el encuadre junto a su rostro. Antes de que pudiese presionar el botón, notó como perdía pie y se golpeaba con los salientes de la pared.
Cuando recuperó la conciencia, viéndose en el fondo del barranco y con varias lesiones de gravedad, inmediatamente buscó el móvil para llamar al 112, pero se había perdido en la caída. Hubiese cobertura allí o no, ahora sí estaba en proceso de desconexión.
Redactado para la convocatoria de julio (desconectar), de Divagacionistas.
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