La entrevista

Entró en la sala con actitud positiva: era un mero trámite, estaba todo hecho. Eso le habían dado a entender las palabras de la chica de recursos humanos que lo había citado. De los cientos de aspirantes que se habían presentado, veinte habían sido convocados a la prueba escrita, y sólo los pocos que la habían superado harían ahora la entrevista personal. Y él era el primero en acudir por ser el candidato con más posibilidades.

Esa sensación de seguridad, casi de autosuficiencia, venía reforzada porque se había preparado muy bien, cuidando los detalles al máximo. Iba aseado, con una indumentaria estudiada (ni muy seria ni muy informal), portaba copias de toda la documentación que le pudiesen solicitar, había repasado los aspectos fundamentales de la empresa y de los proyectos que estaba llevando a cabo en ese momento, y hasta había ensayado respuestas proactivas a las típicas preguntas sobre sus experiencia previa y sus expectativas profesionales. ¿Qué podía fallar?

Saludó respetuosamente a las personas que estaban tras la gran mesa de cristal, y esperó a que le invitasen a tomar asiento. Una de ellas tomó la palabra, afable y sonriente:

—Le hemos hecho venir porque su perfil podría ajustarse a nuestra vacante, pero antes de decidirnos, y más tratándose de un puesto de este tipo, quisiéramos dialogar un rato con usted.

—Estoy a su disposición para cualquier cosa que deseen saber.

—Perfecto, antes de nada le preguntaré…

No terminó su frase porque una de las asesoras, al tiempo que le pasaba una tablet, le susurró algo al oído. Con cada deslizamiento del dedo por la pantalla táctil, había un murmullo entre la comisión de selección, y un endurecimiento en sus expresiones faciales. Tras dos minutos eternos, continuó:

—Le preguntaré… si suele ir dejando rastro digital de sus opiniones laborales.

—Pues, ummm, —titubeó, porque esa no la esperaba— supongo que en la misma medida que cualquier otro ciudadano que utilice internet.

—¿Eso incluye comentarios despectivos hacia sus anteriores jefes, e incluso dedicarles gestos de gusto más que dudoso?

La autoconfianza ganada en los últimos días se desvaneció, la saliva inundó su boca, la pesadez y el rubor su cuerpo y sus mejillas. No necesitó hacer memoria para darse cuenta: aquella borrachera, aquellas peinetas para su anterior empleador, aquella publicación de Facebook,… Algo imborrable, difícil de camuflar en un Currículum Vítae.


Redactado para la convocatoria de noviembre (huellas), de Divagacionistas.

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