Jardín

—No lo dudes, si puedes, cómprala: te cambiará la vida —afirmé con rotundidad.

—¡Uf! Es una pasta de narices. ¿No será mejor meterse en una casa, que eso es para siempre?

Quise contarle cuanto me arrepentía yo de no haberla pillado antes, pero la idea me retrotrajo a mi historia de idas y venidas.

Dejé el nido familiar cuando me fui a la capital a estudiar la carrera, lo que supuso varios años de piso compartido de estudiantes. No lo pasé mal, pero obviamente era algo provisional. Una etapa a quemar.

Justo después, tras incorporarme al mundo laboral, tuve la que fue mi primera pareja de verdad, y nos animamos a la convivencia: primero en un pisito de alquiler, y más tarde, al ver que la cosa duraba y trabajo no faltaba, nos mudamos, hipoteca mediante, a una moderna urbanización en las afueras. Pero ni la piscina ni la pista de pádel pudieron camuflar que cuando algo no funciona, no funciona.

Así que liquidé todo, pasé el trago de la separación, y volví a mis orígenes. Pero después de años de independencia no quería volver a dar explicaciones a mi familia, así que tras unos meses de alquiler, los que tardó la constructora en finalizar el ático que compré sobre plano cerca del pueblo, hice la que pensaba sería la última mudanza, la última transición, el último cambio de lugar, el último trasiego de subir y bajar cajas, maletas, muebles… y emociones.

—Además tanto tiempo ahí, un poco como un jipi o un yanqui, tiene que ser incómodo por lo pequeño ¿no? —comentó, sacándome del ensimismamiento—.

—Mira, hay autocaravanas que son más grandes y lujosas que muchos pisos. Y desde luego, por falta de jardín no será…

Su sonrisa dejó claro que había entendido la ironía.

—Entonces, ¿valdrá la pena?

—Depende. En mi caso sentía que el apartamento era mi casa, pero no mi hogar; que cada vez tenía más objetos pero menos experiencias. Y ahora sé que mi sitio no está un lugar concreto, que mi casa son mis lecturas, mis paisajes, mis paseos, mi gente…

Decir algo así en alto me hizo ser más consciente. Y me alegré de haber sido valiente, de haber optado por una casita con ruedas, de poder disfrutar del sendero que caminé hoy y de la carretera que recorreré mañana.


Redactado para la convocatoria de diciembre (hogar), de Divagacionistas.