Cantera

Llevó el móvil a su cara, visiblemente contrariado:

—Ya tengo el listado, y habría que ir pensando en dar de baja el equipo.

—¿Qué pasa entonces? ¿No hay talento en el pueblo?

—Haberlo, haylo. Pero ninguno da la talla.

—¡Eso es un contrasentido!

—A ver, presi: no la dan por falta de ganas, no de capacidadades. En el día a día de los entrenamientos llevamos años viéndolo. Cada vez los chavales son menos currantes, nada constantes, y poco respetuosos con los técnicos y con el rival, que es uno de las cosas que más nos preocupa. Eso sí, caprichos que no falten.

Hizo una pausa en el discurso, en la que no pudo evitar un suspiro evocador de tiempos mejores, y continuó:

—Hubo una época en la que bastantes llegaban a promesas, algo maravilloso incluso aunque luego mayormente no se cumpliese la expectativa que habían generado (de hecho, no me extrañaría que le hayan cambiado el nombre a la categoría por esa modernez de «Sub23», precisamente por eso). No importaba que luego casi ninguno cuajase o que nadie pasase a profesionales. Hacíamos algo importante: crear cantera y afición, formar en hábitos de vida, inculcar valores… ¿Que alguno se despistaba cuando descubría el cubalibre y el ligoteo, o se veía obligado a elegir cuando entraba en la universidad o tenía que currar con su familia? Pues vale, es normal, diríamos que Ley de vida. Pero es que ahora ni eso: hay problemas incluso para cubrir el cupo de juveniles y el de infantiles. La chavalada no quiere moverse, no quiere sufrir, ni comprometerse, ni obedecer las normas. Solo hay que ver quienes son sus modelos en la vida, o como se portan muchas familias cuando vienen a ver alguna competición.

—Tranquilo, míster. Seguro que algo podremos hacer.

—No lo tengo claro. Entre estar sudando en una tarde de frío y lluvia, o estar tirado en el sofá con la maquinita en la mano… su elección está clara. Tenemos demasiada competencia. Y muy poderosa.


Redactado para la convocatoria de noviembre (promesas), de Divagacionistas.