Era incómodo, y hacía muchísimo calor allí dentro. Además, entre que apenas se veía el exterior, y que costaba coordinar los movimientos, por momentos se hacía peligroso vestirlos. Y, la verdad, a veces las actuaciones eran un poco vergonzosas. Pero era lo que tocaba para sacarse un dinerillo y poder compatibilizar trabajo y estudios.
Aunque a sus padres no les gustaba aquello. Con lo listo que era y las ideas que tenía, con su buen expediente académico —de las mejores notas de su promoción en el doble grado en Económicas y en Administración y Dirección de Empresas—, siendo como era tan buena persona, no entendían que su hijo se metiese en aquellos exagerados disfraces e hiciese ridículos bailes, saludos y poses. Y por cuatro perras, además. De ahí que insistiesen en que lo dejase, en que buscase un trabajo más digno, más propio de un joven tan prometedor.
Al principio esos reproches familiares hacían mella en él, pero al poco empezó a responder a ellos siempre con la misma afirmación: tengo un plan. Y así debía ser, porque tras unos meses de hacer fiestas infantiles y la BBC (bodas, bautizos y comuniones), donde básicamente tocaba enfundarse personajes Disney y otros dibujos animados televisivos y cinematográficos, pasó a dedicarse más a interpretar a todo tipo de animales y muñecos en eventos empresariales, galas culturales y competiciones deportivas. En un par de años, ya estaba contratando estudiantes para meterse en aquellos pesados trajes de fieltro y espuma, mientras él se centraba en tareas no menos molestas como publicitar sus servicios y crear una cartera de clientes. Luego vino la incorporación al equipo de animadores socioculturales, publicistas y diseñadores, y con ello el salto a los medios de comunicación y la digitalización del producto.
Ahora es el CEO de una empresa de marketing y branding especializada en mascotas corporativas, que factura millones de euros al año, y de la que han salido muchos de los animalillos que vemos a diario en los anuncios de aseguradoras, agencias de viajes, alimentación, etc. Tal vez uno de los secretos de su éxito sea precisamente que antes de tomar una decisión relevante, lanzar una campaña, o estampar su firma en un contrato, siempre recuerda sus inicios. Y es consciente de que, hasta hace poco, él mismo era en parte Pocoyó.
Redactado para la convocatoria de mayo (mascotas), de Divagacionistas.