«Volvemos en 6 minutos» [jingle]
—Mamá, ¿me traes algo de comer?
—¿Qué pasa, es que tú no tienes piernas? –respondió la madre repasando a su hijo de arriba a abajo.
—Pero si total tú siempre vas a la cocina en los intermedios, ¿qué más te da?
La respuesta no le sentó muy bien, pero como quería tener la fiesta en paz, y como la pilló ya incorporándose, prefirió ignorar su trasfondo. Aun así hizo otro intento:
—Además, dentro de una hora ya vamos a cenar, ¿no puedes aguantar un rato?
—¡Es que me apetece algo dulce ahora! –el tono y el gesto empleados parecían indicar la existencia de una gran necesidad por parte del emisor y de una obligación para la receptora.
Cruzó el pasillo hacia la cocina. Efectivamente, como todos los días, tenía que vigilar lo que tenía al fuego y en el horno: sabiendo lo tarde que llegaba de la oficina al mediodía, siempre procuraba dejar algo preparado para el almuerzo al tiempo que hacía la cena. Miró que no se quemase nada, probó el contenido de una tartera, y añadió algo de sal. Antes de volver, mientras pensaba en las muchas cosas que a veces se tragan y esconden las madres de familia, cogió de la despensa un tarro de crema de chocolate, unas galletas y un par de rebanadas de pan de molde, y un cuchillo de untar del primer cajón, y los puso en una bandeja.
No la había apoyado todavía en la mesa de la salita cuando el anuncio de una ONG que emitía la televisión en ese momento captó su atención. Las imágenes de aquellos niños desnutridos, probablemente de alguna aldea africana, la impactaron: las barrigas abultadas, la extrema delgadez que producía un efecto visual de hidrocefalia, las prominencias en las articulaciones, especialmente los omóplatos, pero, sobre todo, las costillas que casi se podían ver tras la fina capa de piel.
La voz de su hijo la sacó del ensimismamiento:
—¡Jobá, esta es una mierda de marca blanca! ¿No hay Nocilla de verdad?
[jingle] «Los electrodomésticos Balesch patrocinan este espacio»
Se sentó sin contestarle, fingiendo que le interesaba el programa que regresaba a la caja tonta, pero solo estaba pensando que, por primera vez desde que lo había parido, tenía ganas de darle una bofetada.
Redactado para la convocatoria de octubre (huesos), de Divagacionistas.
Para comentar debe estar registrado.